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miércoles, 27 de mayo de 2020

EL VIRUS DE LA IRA- POR EVA DIAZ PEREZ



De nuevo volvemos a llevar nuestra atención a la comentarista de ABC de Sevilla, una escritora a la que admiramos, tanto por sus novelas como por sus artículos de opinión, como este que firma en ABC de Sevilla.
Eva Diaz Perez es además la actual directora (por oposición) del Centro Andaluz de las Letras.
El presente artículo de opinión aparece en la edición de ABC de Sevilla del pasado día 25.

Después de dos meses de lucha colectiva, ¿en qué ha quedado esa Fuenteovejuna versionada para los tiempos del coronavirus? 
Pasaron los aplausos de agradecimiento, la bonhomía con el prójimo, el humor amable ante el confinamiento, aquel himno de resistencia en los balcones que ya nos sonaba cursi y que ahora echamos de menos. 
Una fiesta de solidaridad con la que intentábamos luchar contra las atroces cifras de la muerte. 
Todo se fue por el sumidero del olvido. Ahora ha estallado la ira, las trincheras de siempre. 
¿Cómo es posible que nuestra tragedia colectiva nos haya separado tanto? 
Si nuestra democracia es fruto de una época de concordia, este tiempo estaba definitivamente destinado a ser el tiempo de la discordia. Pensé que con el horror de la pandemia se aparcarían las banderías políticas, ese reñidero de gallos que ha dominado la vida política. O habría que decir ese lado superficial y zafio de la política, no el verdadero concepto político de responsabilidad ciudadana. 
Otra vez estamos en el «Duelo a garrotazos». ¿Quién está empeñado en que nunca salgamos de las pinturas negras de Goya? ¿Por qué está España tan radicalizada? ¿Por qué sólo existe el blanco o el negro? ¿Por qué cuando alguien habla se le busca el bando como se indagaba en tiempos de la Inquisición si se habían tenido abuelos conversos? 
 Cuando en el futuro se lean los capítulos que ahora escribimos, no sabemos si nos avergonzaremos de haber sido protagonistas de un tiempo que amenaza con terminar muy mal. 
Paremos y reflexionemos ahora que podemos. Critiquemos de forma constructiva, con sentido de país y siempre pensando en el bien común. Porque sorprende que el tiempo ralentizado que hemos vivido durante el confinamiento no haya servido para repensar. 
Al abrir las puertas del establo ha salido el rebaño en estampida. Es difícil defender la independencia en estos días extremos. 
Criticar a unos y a otros. O a los «hunos» y a los «hotros», como decía Unamuno. 
Nadie se salva de las etiquetas. Nadie es inocente. Nadie habla por sí mismo, como si todos fuéramos muñecos guiados por algún ventrílocuo perverso. 
Quizás la Historia juzgue la responsabilidad de los políticos regatones que están tensionando el ambiente: los que agitan con furia las calles con su impostada estrategia política y los que han envenenado la atmósfera pactando con los asesinos blanqueados que ahora van vestidos de ángeles salvadores. Ojalá la furia de estos días no sea el prólogo de una batalla de la que nos arrepintamos. 
Nosotros, que vivimos la época del coronavirus y todo el horror que vino después.

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