Su legado musical abarca, cronológicamente, desde el Clasicismo hasta los inicios del Romanticismo.
Es considerado uno de los compositores más importantes de la historia de la música y su legado ha influido de forma decisiva en la evolución posterior de este arte.
Su arte se expresó en numerosos géneros y aunque las sinfonías fueron la fuente principal de su popularidad internacional, su impacto resultó ser principalmente significativo en sus obras para piano y música de cámara.
En 1812, Beethoven escribió una carta apasionada a su "Amada Inmortal", encontrada tras su muerte, sin revelar su identidad: "Mis pensamientos se precipitan hacia ti, mi Amada Inmortal, a veces con alegría, otras con tristeza". Nunca logró la estabilidad sentimental, lo que lo sumía en angustia reflejada en su música.
Resulta absolutamente imposible intentar poner un solo ejemplo significativo de todas las grandes composiciones de Beethoven, así que nos vamos a inclinar lo que en nuestra modesta opnión es de lo mejor que nunca se ha escrito para la música sinfónica, Su número 7, y concretamente el segundo movimiento, al que Wagner lo llamó "apoteosis de la danza", pero evoca marcha fúnebre o peregrinaje, reflejando la lucha vital entre dolor y esperanza; su influencia en compositores posteriores radica en esa libertad formal y emocional. No tiene programa explícito de Beethoven, pero su oscuridad contrasta con la vitalidad de la sinfonía.
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