Fueron contemporáneos, pero a la muerte del cantor, el escritor era apenas conocido por la reducida intelectualidad porteña.
En efecto, no había publicado todavía sus principales obras poéticas y narrativas, mientras que en sus últimos años, la fama gardeliana había trascendidos las fronteras nacionales.
Mientras ambos vivían, nada los enfrentó ni se cruzaron sus caminos para iniciar una enemistad que tuviera origen en alguna diferencia irreconciliable o malentendido mundano.
Sin embargo, hasta después de muerto, Borges no ha dejado de despotricar contra Gardel, autor e intérprete de los tangos más famosos en la Argentina y el mundo.
Esta es la historia de ese encono casi inexplicable, que no supo de treguas y ni de pausas.
Lo que no sabemos si Les Luthiers tenían algún mensaje oculto al citar el ensayo de Borges sobre los espejos, en su Loa al Cuarto de Baño.
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