No es habitual que se interpreten juntos, en una sola sesión, dos obras de la talla del Concierto para piano nº 3 de Beethoven y esa gran catedral sonora que es la Novena de Anton Bruckner.
Las dos piezas contundentes del concierto abarcan casi un siglo entero: el Tercer Concierto para piano de Beethoven fue escrito a principios del siglo XIX y la Novena Sinfonía de Bruckner poco antes de su final. Ambas obras orquestales pueden asignarse fácilmente a la música del período romántico.
De los cinco conciertos para piano de Beethoven, el tercero marca la transición del clasicismo vienés al romanticismo. A diferencia de sus predecesores, este concierto ya no es puramente virtuoso sino que se describe más acertadamente como un concierto sinfónico para solista. Esta forma de concierto se desarrolló a lo largo del siglo XIX y se caracteriza por el estrecho entrelazamiento del desarrollo temático-motívico de las partes orquestales y el piano solo.
Por el contrario, los desarrollos sinfónicos del siglo XIX alcanzan su cenit en la Sinfonía n.° 9 de Bruckner.
Este extraordinario concierto tuvo lugar ayer, 2 de Agosto en el Teatro de la Ópera de Bonn.
No hay comentarios:
Publicar un comentario