Son un símbolo involuntario de las consecuencias de la moda rápida y de una industria textil que aún está lejos de ser sostenible.
Frente a la puerta de la pequeña cabaña de Manuela Olivos, se apilan toneladas de ropa usada formando una gigantesca montaña de basura.
Manuela se gana la vida clasificando y vendiendo la ropa aún utilizable.
A menudo se trata de productos nuevos que no se han podido vender en los comercios de los países ricos. Son un producto de la sobreproducción del sistema perverso de la moda rápida. La mayoría de los tejidos son sintéticos y no se descomponen sino después de muchos años
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