La rebelión de las Alpujarras (1568–1571) fue un punto de inflexión que demostró lo frágil de la coexistencia.
El fracaso de las políticas de asimilación, junto al temor de posibles alianzas con potencias extranjeras, condujo a la decisión final del Consejo de Estado en tiempos de Felipe III, bajo la influencia de su valido, el duque de Lerma.
El proceso de expulsión comenzó en el Reino de Valencia y se extendió a Andalucía, Aragón, Cataluña, Castilla y Murcia.
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