En estas fechas en que se acerca la celebración de las Olimpiadas, se podría hacer una pregunta.
¿Cual fue la primer medalla olímpica española de oro
Los más jóvenes ni contestarían o lo harían con cualquier respuesta absurda?
Los de nuestra generación, quizás diríamos: La de Paquito Fernández Ochoa en las de Invierno en Saporo en el año 1972.
Pero antes de todo eso, hay una bonita historia, digna de ser llevada a las pantalla
En 1928 se celebraban los Juegos Olímpicos de Ámsterdam. Pero no fueron unos juegos como tantos otros.Importantes novedades los distinguirían en la historia del olimpismo.
En primer lugar, se impusieron dos protocolos hoy identitarios: el encendido del pebetero con la llama olímpica y que Grecia liderase el desfile inaugural.
Se levantaron las duras prohibiciones a Alemania impuestas tras la Primera Guerra Mundial y sería readmitida tras 16 años de veto.
Y no solo eso, las mujeres compitieron por primera vez en atletismo, pese a las objeciones de Papa Pío XI y Coubertin, alma mater de los juegos, que consideraban que no era una disciplina adecuada para el género femenino.
Un personaje de la realeza (Olaf de Noruega) que ganaba el oro en la modalidad de vela y el conocido Tarzán hollywoodiense Johnny Weissmüller volvía al podio máximo en las pruebas de natación.
En el mundo comercial, la marca Adidas introducía sus productos por primera vez en los Juegos Olímpicos.
O séa que hablamos de unas Olimpiadas muy especiales.
A falta de una semana para la finalización de los Juegos llegaban a Holanda nuestros tres jinetes, Trujillos, Morenés y Julio García.
Las naciones habían invertido considerables recursos y presentaban jinetes de alto nivel ya que se enfrentaban a un enemigo aparentemente imbatible: Suecia, invicta en todos los concursos de saltos olímpicos desde 1912.
Llegaron a Amberes en tren y el mismo día de su intervención lo que les impidió familiarizarse y entrenar sobre el «campo de batalla». De hecho, no vieron el estadio hasta que tuvieron que competir. Acababa la prueba y el equipo español lograba la medalla de oro. De lejos, Polonia y la hasta ahora invicta Suecia, les acompañarían en el podio.
En el estadio olímpico retumba un clamor ensordecedor «¡España! España!
La Marcha Real sonaba por vez primera en unos Juegos Olímpicos con el público puesto en pie. La bandera española se situaba en lo más alto del mástil olímpico. Y el deporte español, en la cima del olimpo mundial.
Volvieron en tren con sus medallas y a su paso por la frontera, el único que fue a recibirles fue el padre de Trujillos. Pero días después en desagravio se celebraba un pequeño homenaje en el hotel Ritz al que asistió Alfonso XIII.
En tiempos de la segunda república, a Trujillo le incautaron su memoria para fundirla.
Medio siglo después, en 1984, Juan Antonio Samaranch, presidente del COI, enterado del asunto encargó una réplica exacta de la Medalla para reparar esa deuda con la historia y el olimpismo. Por pura justicia deportiva. Allí la recibió emocionado un nonagenario Trujillos.
Esto es solo una pequeña reseña de un emotivo artículo, publicado por la revista El Debate, QUE SE PUEDE LEER, Y RECOMENDAMOS, EN ESTE ENLACE.
Agradecemos a nuestro compañero Miguel Simón que nos haya hecho llegar el citado artículo.
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