La Quinta está considerada como la primera de las grandes sinfonías de Antonin Dvorak.
Su atmósfera irradia una frescura y calidez puramente estivales.
Los colores instrumentales, con protagonismo de las maderas, la llevan a formar parte de las sinfonías pastorales del compositor bohemio. Evoca un campo bañado por un colorido suave y a la vez enérgico, con unas notas soleadas, frescas y cautivadoras que reflejan la madurez del compositor bohemio.
Con esta sinfonía, Dvorak consigue el equilibrio perfecto entre la originalidad de expresión y el respeto por la tradición clásica.
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