A diferencia de otros grandes intérpretes, fue un desinteresado y excelente docente durante toda su vida. Entre sus discípulos se destacó la argentina Martha Argerich quien estudió con él en 1960.
Fue un intérprete y un hombre de enorme personalidad, a veces injustamente acusado de frialdad hacia el público debido a la poca expresividad de su cara y lenguaje corporal durante los conciertos —fruto de su convicción de que un exceso de expresividad distraería la atención de lo realmente importante, es decir de lo que estaba tocando— y a su costumbre de no conceder bises.
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