Nacido en Washington D. C., a partir de mediados de los años veinte vivió en la ciudad de Nueva York, y ganó un perfil nacional a través de sus apariciones con la orquesta en el Cotton Club, en Harlem.
Aunque es considerado una figura fundamental en la historia del jazz, Ellington abraza la frase "más allá de la categoría" como un principio liberador, y se refiere a su música como parte de la categoría general Música estadounidense, más que de un género como el jazz.
Ellington compuso incesantemente hasta el final de sus días. La música fue en verdad su amante; era totalmente su vida y su compromiso fue incomparable e inalterable. En el jazz fue un gente entre gigantes. Y en la música del siglo xx, tal vez algún día sea reconocido como parte de la docena de grandes maestros de nuestro tiempo.
Tuvo la gran habilidad de rodearse de músicos extraordinarios a quienes le permitía regularmente tomar protagonismo en la Orquesta, incluso interpretando sus propias composiciones, que habitualmente asociamos a Ellington, como el caso de Caravanas, del trombonista Juan Tizol, o de saxofonista Jhonny Hodges con Preludio a un Beso.
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