El Rey Felipe II aceptó lo acordado en el Concilio de Trento y, animado por el Papa Pio V, llevó a la práctica una serie de recomendaciones que hizo que la política morisca retrocediese a la utilizada en el año 1500.
La Rebelión de las Alpujarras se prolongó durante dos años.
Ni el propio Rey Felipe II disimuló la gravedad de los acontecimientos en la corte y llamó a su hermanastro, Don Juan de Austria, para sofocar la Rebelión de las Alpujarras.
Lo consiguió en el verano de 1570. Ese mismo año, el 1 de noviembre, Felipe II firmó un Decreto de expulsión de todos los moriscos del Reino de Granada, incluidos los nuevos conversos cristianos.
Todos los moriscos del Reino de Granada fueron desterrados en 1571 y dispersados a lo largo de los territorios de la Corona de Castilla excepto aquellos pertenecientes a la administración pública, los esclavos, los menores de 14 años y los mayores de 70
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