Su niñez transcurrió en el seno de una familia que, como muchas de principios del siglo XX, era aficionada a la música.
Aprehendió la música popular rural de manera espontánea, sintiéndose impactado especialmente por el cielito y el triste. Aún anciano, recordaba de memoria y con especial cariño aquellas coplas que su tío Pedro, un hombre de campo natural de la provincia de Buenos Aires, solía cantar en sus visitas a Santa Fe.
Atraído por las Ciencias Exactas desde la adolescencia, tras finalizar el bachillerato, abordó la carrera de Ingeniería Química en la Universidad Nacional del Litoral sin abandonar, sin embargo, su actividad como concertista de piano.
Su vasta obra, se reparte en obras para piano, guitarra, música de cámara para diversas formaciones, obras para orquesta, coro a capella o con piano y una enorme cantidad de canciones para voz y acompañamiento.
Una amplia mayoría de su obra es para ser cantada. Guastavino amaba la voz, y amaba cantar. Es por ello que incluso cuando escribió para piano lo hizo de un modo “coral”
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