Fue una de las sopranos emblemáticas del período posterior a la Segunda Guerra Mundial, muy admirada por sus interpretaciones de obras de Mozart, Strauss y Hugo Wolf.
Suprema estilista, sus interpretaciones de Fiordiligi, la Mariscala, la Condesa Madeleine, Doña Elvira, la Condesa Almaviva y las Cuatro últimas canciones de Strauss son consideradas a menudo, definitivas.
Schwarzkopf fue admirada por su arte y su atemporal belleza.
Herbert von Karajan estimó que era “probablemente la mejor cantante de Europa”.
El crítico Edward Greenfield ha señalado que “Era una de las más grandes cantantes. Combinaba todas las cualidades que se esperan de una gran soprano. Lo que la hacía tan especial era su timbre único en la voz y su respuesta única a las palabras, particularmente en alemán, junto con su gran carisma y belleza. Era también una actriz maravillosa
Su perfeccionismo prusiano fue destacado por Gerald Moore, pianista que la acompañó en innumerables recitales: era la persona “más cruelmente autocrítica que se pueda imaginar” Por ello en una de sus últimas entrevistas declaró que “nunca fui suficientemente buena”
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