El 13 de noviembre de 1868 fallece en Paris o Gioachino Rossini, compositor italiano, conocido especialmente por sus óperas, particularmente por las cómicas.
Su popularidad le hizo asumir el «trono» de la ópera italiana en la estética del bel canto de principios del siglo XIX, género que realza la belleza de la línea melódica vocal sin descuidar los demás aspectos musicales.
El grado de dificultad vocal de las óperas rossinianas es tan extremo que, desde mediados del siglo XIX hasta la década de 1970, muchas de sus obras eran prácticamente imposibles de cantar; ello fue posible con la irrupción de supercantantes tales como Christ Merritt, Marilyn Horne, Samuel Ramey y otros.
La importancia que concedió a la voz femenina sobresale en la cuerda de mezzosoprano, para la que escribió muchos papeles con intrincadas coloraturas, con lo que dio origen a un tipo especial de variante dentro del registro. Aún en vida del compositor, fue adulterado estilísticamente por la imposición de otros patrones del momento y por el deseo de abordar tales personajes por importantes divas cuya tesitura era de soprano. Así, los grandes papeles (Rosina, Angelina, Isabella, Tancredi, etc.), originalmente pensados para mezzosoprano fueron y frecuentemente son interpretados por sopranos ligeras.
Hacia 1925, la mezzosoprano barcelonesa Conchita Supervía retornó a las claves originales, y motivó así el principio de una revalorización histórica, seguida por las italianas Giulietta Simionato y Fiorenza Cossotto.
En general su obra fue bien aceptada, sin embargo Beethoven consideraba como «composición infantil» a la obra de Rossini.
Nosotros queremos recordalo y homenajearlo, a través de su Stabar Mater
domingo, 13 de noviembre de 2016
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