Nuestro compañero Miguel Simón nos recuerda que cuando fue ascendido al grado de General del Ejercito e iba a ser destinado el Centro de Adiestramiento y Doctrina en Granada, lo primero que hizo al llegar a la ciudad nazarí fue visitar la tumba del Gran Capitán, ubicada en un lugar poco visible en la Iglesia de los Jerónimos relegado a casi un rincón, ya que hasta un gran rey como Fernando el Catolico lo margino por celos y envidia.
Ya sabemos que España siempre fue asi con sus herores y como funciona la envidia en nuestra querida Patria.
Nos cuenta asímismo una anecdota que leyó en algún libro: "Dias antes de la batalla de Garellano iba el General francés con sus Generales reconociendo el terreno y dijo: daria mil doblones por encontrarme con el Gran Capitan en Garellano". Y uno de sus acompañantes le contesto: el doble hubiera dado el Duque de Nemours por no encontrarselo en Ceriñola.
Y esto nos lleva al planteamiento inicial:
El 1 de septiembre de 1453, nacía Gonzalo Fernández de Córdoba, el Gran Capitán, llamado así por su excelencia en la guerra. Sería en Italia donde demostraría su genio militar, utilizando de forma magistral la gran movilidad de las unidades, combinada con su potencia de fuego y su facilidad para la fortificación de campaña.
Dio preponderancia a la infantería sobre todas las armas por su capacidad de maniobra y puede decirse que con él y Los Reyes Católicos, nacio la Infantería y el Ejercito moderno.
Sustituyó la guerra de choque por la táctica de defensa-ataque y adiestró a sus hombres con una disciplina rigurosa, formó su moral despertando su orgullo de cuerpo, la dignidad personal, el sentido del honor nacional y el interés religioso.
Hombre valeroso y carismático, leal y prudente, adorado por sus tropas y respetado por sus enemigos, contribuyó a consolidar la política de los Reyes Católicos, favoreciendo que España se convirtiera en una gran potencia mundial. En su honor se llamó al Tercio 1o de la Legión “Tercio Gran Capitán”.
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