Empleó con frecuencia ritmos y otros aspectos de la música folclórica de Moravia y su Bohemia natal, siguiendo el ejemplo de su predecesor, el nacionalista de la era romántica Bedřich Smetana.
Viajó por todo el mundo presentando y dirigiendo sus obras y en uno de estos viajes llega a Estados Unidos, país que le marcó profundamente en muchos aspectos, pero principalmente en el musical. Inspirándose en los cantos espirituales de los negros norteamericanos y en la música popular estadounidense así como en los ritmos de los aborígenes americanos, Dvorak compone su Sinfonía nº 9, que posteriormente, y por este motivo, recibe el sobrenombre de «Sinfonía del Nuevo Mundo».
Leonard Bernstein afirmó que era «realmente multirracial en sus bases», y el propio compositor aclaraba acerca de su creación que «En realidad no he utilizado ninguna de las melodías de los nativos americanos. Simplemente he escrito temas originales que incorporan las peculiaridades de la música indígena y usando estos temas como sujetos, los he desarrollado con todos los recursos del ritmo, el contrapunto y el color orquestal modernos».
Lógicamente, hemos de dedicar nuestra banda sonora a su Sinfonía nº 9, con su muy utilizado movimiento 4, Allegro con Fuoco, pero sin olvidar en absoluto, entre toda su gran obra, una que es uno de los mejores conciertos dedicados al Violonchelo, que compuso en su mayor parte durante sus últimos meses en EE.UU, pero que rezuma por todas sus notas su añoranza de Bohemia, y en esta ocasión interpretado por Rostropovich.
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