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miércoles, 28 de agosto de 2024

MONTSERRAT CABALLÉ, LA ÚLTIMA DIVA DEL SIGLO XX

Todos sabemos que en España somos muy sensibles para derribar ídolos, y que al llegar a la edad madura, en el caso de los artistas, se nos olvida toda la grandeza que atesoraron.

En gran parte, esta situación se produce, y queremos centrarnos, en el caso de cantantes de ópera que siguen actuando más allá de que sus facultades físicas le permitan hacerlo como en sus momentos de esplendor, pero claro ¿Como se decide cuando retirarse?

Tenemos un claro ejemplo de todo ello en la gran soprano Montserrat Caballé, y es por ello que nos llena de satisfacción haber tenido ocasión de leer un amplio artículo publicado en el año 2018 por el periodista y crítico italo mexicano Francesco Milella, quien entre otras cosas nos recuerda:

Frente a un rápido declive de los compositores de ópera (obviamente se siguió componiendo, pero, para públicos cada vez más reducidos y especializados), hubo voces que fueron capaces de despertar un nuevo entusiasmo transportando la ópera hacia las complejidades y absurdos del siglo XX sin traicionar su identidad. 

Cuando Montserrat Caballé comenzó su carrera, María Callas estaba cerrando la suya,dejando una herencia muy incómoda que nadie podía superar. Voces como Joan Sutherland o Marilyn Horne lograron encontrar su camino, recuperando un repertorio totalmente nuevo (Handel y Rossini, entre otros) y alejándose así del aura, respetable, pero al mismo tiempo estorbosa, que esa gran diva seguía emanando. Monserrat Caballé, por el contrario, decidió emprender el mismo camino que María Callas había recorrido entrando en su mismo territorio: Bellini, Donizetti, Verdi y Puccini. Inevitable, para muchos melómanos,fue leer su llegada como una invasión en el mundo privilegiado de la diva absoluta. ¿Cómo podía una joven cantante usurpar el trono que había sido de María Callas interpretando sus óperas y, además, en los que habían sido “sus” teatros (Teatro alla Scala, Covent Garden, Ópera de París)?A pesar de tantos prejuicios, la voz de Montserrat Caballé terminó imponiéndose con una nueva estética vocal, menos carnal y dramática que la de María Callas, pero seguramente más delicada y limpia, en una palabra: más angélical. Su voz ganó inmediatamente el favor del público por sus “mezzevoci”, por su color blanco y limpio, por la claridad y la fuerza de sus registros, así como por su suntuosa y discreta presencia escénica.

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E incluso, tuvo la gran sensibilidad y generosidad de compartir su Voz con Freddy Mercury, para inmortalizar el motivo más vibrante de las Olimpadas de Barcelona.

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