Joseph Haydn era el músico de la corte del príncipe Esterházy. Cuando murió, su hermano, el príncipe Nikolaus, mantuvo a la orquesta a su servicio.
A este nuevo príncipe le gustaba residir largas temporadas en su palacete de Eszterháza, Hungria, lejos de la corte vienesa y así, los músicos, como sus empleados que eran, no podían desplazarse allí con sus familiares, y tenían que permanecer largas temporadas separados de sus seres queridos.
Cansados de esta situación, pidieron a Haydn que intercediera por ellos ante el príncipe. A Haydn se le ocurrió una ingeniosa manera de protesta, componer una sinfonía.
Al finalizar la Sinfonía, toda la audiencia quedó impactada, y el principe Esterhazy exclamó: Ya que todos se marchan, nos iremos también con ellos, y así fue como consiguieron dejar el palacete en Hungría, llamado el Versalles Hungaro, construido sobre tierras pantanosas y regresar a la brillantez de Viena. De hecho, tras la muerte de Nikolaus ninguno de sus descendientes volvió a vivir allí.
Y ahora, imaginemos lo que tuvo que ser aquel Concierto, con Haydn en la dirección.
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