En 1960, desafió a las autoridades al tocar en el funeral de Borís Pasternak.
Nunca se sintió plenamente identificado con el régimen soviético aunque tampoco ofreció mayores problemas a las autoridades rusas. Hizo lo que quiso consciente del reconocimiento que se le dispensaba, y no dudó tanto en solidarizarse con otros colegas músicos cuando estos cayeron en desgracia como en tocar por deseo propio y a modo de homenaje durante los funerales celebrados por la muerte de Stalin. Jamás se planteó abandonar definitivamente la URSS porque viajaba al extranjero cuando quería y porque no le gustaba el modo de vida estadounidense y su irradiación occidental.
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