Esta obra se aleja del esquema habitual de la ópera rossiniana.
En ella no se encuentran las cabaletas o los crescendo de su época anterior.
Es por ello que la reacción del público no fue favorable, ya que se encontró con algo totalmente distinto de lo que esperaban. Se trata de una ópera seria, y que se representa en pocas ocasiones, siendo prácticamente conocida por su famosa obertura, con ese final enérgico y tan utilizado en cine y televisión.
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