El estreno de esta última obra se convirtió en un evento abiertamente nacionalista, con presencia de líderes del pangermanismo.
El aplauso final dio paso al canto del Deutschlandlied por parte de todo el público puesto en pie.
Tras la reanudación del festival, Siegfried tuvo que encontrar artistas adecuados para mantener el nivel artístico. Además de contar con los "veteranos" Karl Muck y Michael Balling, contrató a Fritz Busch, que no "encajó" con el carácter conservador del festival, y no volvió al año siguiente. Siegfried contrató en su lugar a Karl Elmendorff y Franz von Hoesslin, más acordes con el espíritu de Bayreuth, aunque en 1930, finalmente, consintió en romper la tradición que imponía exclusivamente a directores alemanes, e invitó al más famoso director de la época, el italiano Arturo Toscanini.
Siegfried Wagner murió en Bayreuth, a causa de un ataque cardíaco, durante el festival de 1930, antes de poder estrenar su nueva producción de Tannhäuser e incluyó en su testamento, de 1929, la disposición de que solo las obras de Richard Wagner se podrían representar en Bayreuth, lo que ha sido puesto en cuestión a raíz del debate sobre la dirección del Festival a principios del siglo XXI, por considerarse una vía de modernización, y de apertura para el festival.
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