La música alemana pretendía legitimar la supremacía del "Tercer Reich" en el mundo, apartando el foco de atención de los crímenes nazis.
A la par que Beethoven, Bach o Bruckner, Richard Wagner se convirtió en compositor favorito de Hitler. Hitler era consciente del poder de la música y el ministro de Propaganda, Joseph Goebbels, controlaba la escena musical en el Tercer Reich, del que desterró a los artistas judíos.
La Filarmónica de Berlín se convirtió así en la "Orquesta del Reich".
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