En 1947, interpretó en público por vez primera el Concierto de Aranjuez (de Joaquín Rodrigo), bajo la dirección del maestro Ataúlfo Argenta, lo cual le mereció celebridad inmediata.
En 1951 descubrió su fe en Dios: "Mi vida de cristiano tuvo un largo paréntesis de vacío, que duró un cuarto de siglo. Me bautizaron al nacer, y ya no recibí ni una sola noción que ilustrase y alimentase mi fe... Desde 1927 hasta 1951, yo no practicaba, ni creía, ni me preocupaba lo más mínimo que hubiera o no una vida espiritual y una trascendencia y un más allá. Dios no contaba en mi existencia. Pero... luego pude saber que yo siempre había contado para ÉL. Fue una conversión súbita, repentina, inesperada... y muy sencilla. Yo estaba en París, acodado en un puente del Sena, viendo fluir el agua. Era por la mañana. Exactamente, el 18 de mayo. De pronto, le escuché dentro de mí... Quizás me había llamado ya en otras ocasiones, pero yo no le había oído. Aquel día yo tenía «la puerta abierta»... Y Dios pudo entrar. No sólo se hizo oír, sino que entró de lleno y para siempre en mi vida... Fue una pregunta, en apariencia, muy simple: «¿Qué estás haciendo?» En ese instante, todo cambió para mí".
Murió en 1997 a causa de un cáncer linfático. Por voluntad propia sus cenizas fueron entregadas a la Comunidad de Monjas del monasterio de Santa María de Buenafuente del Sistal en la provincia de Guadalajara al que se sentía muy unido. Fue nombrado Amigo ilustre de Buenafuente.
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