A pesar de su corta vida, dejó un gran legado, que incluye más de seiscientas obras vocales seculares (principalmente lieder), siete sinfonías completas, música sacra, óperas, música incidental y gran cantidad de obras para piano y música de cámara.
Entre sus obras principales figuran el Quinteto La trucha, la Sinfonía inacabada, la Sinfonía Grande, las tres últimas sonatas para piano, la ópera Fierrabras, , la música incidental de la obra de teatro Rosamunda y los ciclos de canciones La bella molinera y Viaje de invierno.
La valoración de su música mientras estaba vivo se limitó a un círculo relativamente pequeño de admiradores en Viena, pero el interés en su obra aumentó significativamente en las décadas posteriores a su muerte. Felix Mendelssohn, Robert Schumann, Franz Liszt, Johannes Brahms y otros compositores del siglo xix descubrieron y defendieron sus obras. Hoy, Schubert se encuentra entre los mejores compositores de música clásica occidental, y su música sigue siendo popular.
Entre tanta bellísima producción, más de 1500 composisiones, es difícil elegir una sola obra para homenajearlo en este día, si bien lo haremos con la obertura de esa ópera desaparecida, Rosamunda.
Se trata de la música escénica para la obra homónima de la escritora Helmina von Chézy, que tan solo se representó durante dos días. El fracaso del público llevó a que se suspendieran las demás funciones. La partitura de Schubert estuvo desaparecida, pero se encontró en 1861. El libreto no se recuperó, por lo que desconocen los detalles del argumento.
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