El 19 de noviembre de 1828) fallece en Viena Franz Schubert, compositor austriaco, considerado el introductor del romanticismo musical.
Fue un gran compositor de lieder (breves composiciones para voz y piano, antecesor de la canción moderna), así como de música para piano, de cámara y orquesta. Su música no fue reconocida durante toda su vida y es a partir de finales del siglo XX cuando la música de Schubert suena con más frecuencia.
Schubert no pudo estrenar ni publicar ninguna de sus obras operísticas u orquestales. A lo sumo se interpretaron algunas composiciones vocales o pianísticas en las célebres schubertiadas.
En estos años Schubert contrajo sífilis. Habitualmente pasaba estrechez económica. Se volvió inseparable de sus gafas, que conformaron parte indisoluble de su apariencia y acentuaron su fisonomía tímida.
En Viena Schubert llevó una vida bohemia rodeado de intelectuales, amante de las tabernas y de los ambientes populares, alejado de los salones y de la etiqueta nobiliaria. De este entorno procede el famoso término de schubertiadas: reuniones de artistas de todos los ámbitos que formaban un círculo brillante y animado dedicado a la música y a la lectura.
En 1824 estas líneas estremecedoras a su amigo Leopold Kupelwieser:
Hace tiempo que quería escribirte, pero nunca sabía desde dónde, adónde.
Ahora se me ofrece la oportunidad y por fin puedo abrir mi corazón a alguien. Tú eres bueno, y seguro que me vas a perdonar lo que otros se habrían tomado a mal. En una palabra, me siento el hombre más infeliz, más miserable del mundo.
Imagínate un hombre cuya salud ya no mejorará nunca y que en su desesperación sólo empeora todo en lugar de mejorarlo, imagínate un hombre cuyas más brillantes esperanzas han quedado reducidas a nada, al que la felicidad del amor y la amistad no ofrecen otra cosa que sumo dolor, al que el entusiasmo (al menos estimulante) por la belleza amenaza con desaparecer, y pregúntate si no es éste un hombre miserablemente infeliz.
Mi tranquilidad ha desaparecido, mi corazón está oprimido, no lo encuentro nunca; así ahora puedo cantar todos los días, pues todas las noches, cuando me voy a dormir, confío en no despertar ya nunca, y cada mañana me anuncia sólo la misma pena del día anterior. De esta manera, sin alegría ni amigos, paso los días, a excepción de cuando me visitó Schwind y me trajo un rayo de aquellos dulces días pasados.
sábado, 19 de noviembre de 2016
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