Su obra, frecuentemente vinculada al impresionismo, muestra además un audaz estilo neoclásico y, a veces, rasgos del expresionismo, y es el fruto de una compleja herencia y de hallazgos musicales que revolucionaron la música para piano y para orquesta.
Ravel sobresalió por revelar «los juegos más sutiles de la inteligencia y las efusiones más ocultas del corazón»
Desde el inicio de la primera guerra mundial, el compositor pretendió enrolarse, pero fue rechazado debido a su pequeña estatura y peso liviano, lo que supuso una tortura para Ravel.
No obstante, a través de varias gestiones, terminó por hacerse enrolar como chofer de camión (marzo de 1916) y fue al frente, cerca de Verdún. Víctima, con toda probabilidad, de peritonitis, fue operado antes de ser desmovilizado.
Le Tombeau de Couperin la dedicó a sus amigos muertos en la guerra.
Pero si bien siendo un gran compositor, fue también un excelente orquestador.
Sería la orquestación de los célebres Cuadros de una exposición de Modest Petróvich Músorgski, encargo de Serge Koussevitzki para la Orquesta Sinfónica de Boston terminada en 1922, la que sentó definitivamente la reputación internacional de Ravel en la materia. Su versión sigue siendo referencial y eclipsa la de otros compositores que lo han intentado.
Los Cuadros orquestados por Ravel forman parte, junto al Bolero, de las obras francesas más interpretadas en el extranjero.
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