Su vida llena de tribulaciones encontró un final trágico.
Como el contrato con su casa discográfica le prohibía utilizar el seudónimo que la convirtió en celebridad, Jeannine intentó continuar su carrera, con el nombre de Luc Dominique más bien controvertidos, en los que cuestionaba los comportamientos de las madres, de los hombres (a los que consideraba violentos y dominadores), de la Iglesia católica y también el conservadurismo.
Llegó a secundar la afirmación de John Lennon en el sentido de sus declaraciones sobre la popularidad de Jesús de Nazaret.
Los servicios fiscales del país reclamaron entonces las fortunas que debía haber ganado como Sor Sonrisa y permanecieron sordos a sus protestas. Requirió entonces la ayuda de su antiguo convento y de la casa Philips. La hermanas le dieron lo que consideraban que debía ser su parte, pero la casa Philips, cuyos dividendos eran el 95% del total (el resto era para el convento) no quiso ayudarla.
Las autoridades religiosas fueron generosas y le ayudaron a adquirir su vivienda en Wavre, siempre que dejara de denigrar a la congregación y firmara un documento como que ya no le debían nada, cosa que hizo.
Frente a la situación kafkiana de tal deuda, monstruosa al fin (con intereses acumulados), Jeannine y su pareja Annie -terapeuta en la escuela de niños autistas- se sumieron en una profunda depresión, que el alcohol y los medicamentos agravaron, y se suicidaron juntas el 29 de marzo de 1985.
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