Era célebre por su brillante intensidad, su incansable perfeccionismo, su prodigioso oído y su memoria fotográfica, que le permitía corregir errores de los miembros de la orquesta que habían sido inadvertidos durante décadas por sus colegas.
Mientras representaban Aida en Río de Janeiro en 1886, el director de la orquesta fue abucheado por el público y obligado a abandonar el escenario. Toscanini, afortunadamente, cogió la batuta animado por el resto de músicos, comenzando así, con 19 años, su carrera como director.
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