Es posible que muy poca gente tenga conciencia de hasta qué punto constituyó una novedad o una insólita rareza que un trompetista destacase en una sala de conciertos.
Después de la Segunda Guerra Mundial, un virtuoso de la trompeta debía promocionarse forzosamente en campos de la música ligera o del jazz
Tanto el auge de la música barroca como el desarrollo de la industria fonográfica vinieron a completar un tanto esta carencia; aunque todo ello hubiera sido imposible de no haber existido instrumentistas de contrastada calidad y dispuestos a elevar la trompeta al mismo nivel que el resto de los instrumentos solistas de la orquesta.
El pionero de todos ellos fue Maurice André.
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