A principios de 1954, el presidente argentino Juan Domingo Perón la recibió en la residencia presidencial:
Yo tenía un poco más de 12 años, había tocado en el Teatro Colón y Perón me había dado una cita en la residencia presidencial. Mamá preguntó si podía acompañarme y le dijeron que sí, por supuesto.
Yo no era muy peronista; me acuerdo de que siempre estaba pegando por todos lados papelitos que decían «Balbín-Frondizi». Perón nos recibió y me preguntó:
«¿Y adónde querés ir, ñatita?». Y yo quería ir a Viena, para estudiar con Friedrich Gulda. A él le gustó que no quisiera ir a Estados Unidos. Lo más cómico fue que mi mamá, para congraciarse, le dijo que a mí me encantaría tocar un concierto en la UES [Unión de Estudiantes Secundarios].
Y parece que yo debo haber puesto una cara bastante reveladora de que la idea no me gustaba, porque Perón le empezó a seguir la corriente a mamá, diciéndole «por supuesto señora, vamos a organizarlo», mientras me guiñaba un ojo y, por debajo de la mesa, me hacía con un dedo que no.
Él la estaba cargando a mamá y a mí me tranquilizaba. Se dio cuenta de que yo no quería.
Fantástico, ¿no? Y le dio un trabajo a mi papá. Lo nombró agregado económico en Viena. Y a mamá le dijo que le parecía que ella también era muy inteligente, emprendedora y capaz y le consiguió otro puesto en la embajada.
Martha Argerich.
Martha Argerich aporta a esta Fantasía Coral de Beethoven una musicalidad e intensidad muy personal, que la convierte en excelsa
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