En 1861 conoció a Richard Wagner cuando actuaba como pianista en la Ópera de París en una presentación de Tannhäuser. Wagner quedó encantado con aquel joven pianista que tocaba a primera vista con tanta facilidad y comprensión su complicada obra. Wagner diría algunos años más tarde que Saint-Saëns era «el más grande compositor francés vivo».
A los 7 años, ya era un célebre concertista de órgano y, a los 10, podía tocar de memoria cualquiera de las 32 sonatas de Beethoven en cualquier momento.
Durante una visita a un pequeño pueblo austriaco en 1886, Saint-Saëns tuvo la idea de divertir a los invitados -y a sí mismo- de una fiesta de carnaval. Inspirándose en las peculiaridades de las criaturas de nuestro mundo, compuso El carnaval de los animales como una gran suite satírica en 14 partes. Imitó los sonidos y personalidades de varios animales con flauta, clarinete, cuerdas, armónica de cristal, xilófono y dos pianos, invitando a sus oyentes a una cautivadora fantasía zoológica.
Por temor a que la suite eclipsara sus obras más "serias", Saint-Saëns nunca permitió que se interpretara en vida (a excepción del movimiento del Cisne). Sin embargo, un siglo después, esta juguetona pieza se ha convertido en una de las obras de imaginación e ingenio más queridas y deliciosas.
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