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domingo, 18 de septiembre de 2022

SIEMPRE ES UN BUEN MOMENTO PARA ESCUCHAR A BRAHMS

Johannes Brahms solo nos dejó cuatro sinfonías, pero son suficientes para poder gozar de la Música en su máxima expresión.

Fueron compuestas en su período de madurez, dado que ante su admiración por Beethoven, consideraba que no estaba a la altura precisa para adentarse en este género, y quizas por ello y su influencia, la primera de sus sinfonías, se le conoce como la Décima de Beethoven.

Schumann vio en Brahms el continuador de la obra de Beethoven, el único que podría escribir una décima sinfonía. Solamente conocía sus primeras sonatas para piano, pero veía en ellas el esqueleto de futuras sinfonías. La “Sinfonía Nº 1 en do menor” Op.68 fue empezada en 1862 escribiendo la partitura para piano del primer movimiento. Pero la obra quedó paralizada al no sentirse con fuerzas para realizar una gran obra orquestal, que pudiera estar al nivel de la compuesta por Beethoven. En una carta enviada a Hermann Levi, le comunica que nunca compondría una sinfonía. Se sentía más cómodo en el piano y con las composiciones de música de cámara, muy apreciadas en Viena. 
Algunos de los temas de la obra, como la trascripción de la trompa alpina del cuarto movimiento, ya estaban diseñados con anterioridad, pero poco sabemos del lento desarrollo de la obra. Su proceso de elaboración duró hasta el verano de 1876. A principios del mes de octubre interpreta una transcripción para piano de la obra en la casa de Clara Schumann. La sinfonía se estrenó el 4 de noviembre de 1876 en Karlsruhe bajo la dirección de Otto Dessoff. Después de algunas revisiones se publicó por Simrock, al final del año 1877, cuando Brahms ya tenía 44 años y tras dedicarle 14 años. 

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