Ese es el título del artículo que la revista Codalario da para su crítica a la actuación de Lisette Oropesa en el Teatro Real de Madrid, con un programa, muy lejos de su repertorio habituial, y todas sus canciones de dos compositores italianos pero en francés.
De esa crítica, que se puede LEER AQUÍ , destacamos algunos de sus parrafos.
Programó su aria de presentación, más conocida, en vez de la que luego tiene en partitura: una especie de trampa rossiniana, ya que aquí la obliga a una serie de florituras que ponen en peligro a una solista de la consideración vocal aludida. Oropesa desgranó una Sombre forêt desplegando lirismo, elegancia y las exigencias requeridas en su predominante escritura silábica, efectuando los encantadores saltos de octava (la guinda del pastel canoro) con impecable precisión y remate.
la cantante estaba capacitada para traducir este penetrante y hondo momento. Una maravilla.
Un recital en conjunto distinguido por la personalidad de una intérprete exquisita.
Hay muchos motivos por los que en este Blog hablamos mucho de Lisette, pero aparte de que ella lo merece y de sobras, existen otros factores que nos tocan muy de cerca, y que no podemos obviar.
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