Conocida también como la sibila del Rin y la profetisa teutónica es una de las personalidades más influyentes, polifacéticas y fascinantes de la Baja Edad Media y de la historia de Occidente, es también de las figuras más ilustres del monacato femenino y quizás quien mejor ejemplificó el ideal benedictino, al estar dotada de una inteligencia y cultura fuera de lo común, comprometida con la reforma gregoriana y al ser una de las escritoras de mayor producción de su tiempo.5
Además es considerada por muchos expertos como la madre de la historia natural.
Aunque la historia de su canonización es compleja, diversas ramas de la Iglesia la han reconocido como santa durante siglos; el 7 de octubre de 2012, durante la misa de apertura de la XIII Asamblea general ordinaria del sínodo de los obispos, el papa Benedicto XVI le otorgó el título de doctora de la Iglesia junto a san Juan de Ávila. En palabras de la filóloga Victoria Cirlot:
«[...] atravesando el muro de los tiempos han quedado sus palabras, incluso su sonido, y las imágenes de sus visiones»
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