En 1892, se mudó a Estados Unidos y se convirtió en el director del Conservatorio Nacional de Música de América en Nueva York. La presidenta del Conservatorio Nacional, Jeannette Thurber, le ofreció un salario anual de 15 000 dólares, veinticinco veces lo que le pagaban en el Conservatorio de Praga. Mientras estuvo en Estados Unidos, escribió sus dos obras orquestales más exitosas: la Sinfonía del Nuevo Mundo, que difundió su reputación en todo el mundo, y su Concierto para violonchelo, uno de los más respetados de todos los conciertos para violonchelo.
Todo aquel que haya visitado Praga, una de las ciudades más mágicas que existen en el mundo habrá comprobado que la música de Dvorak se puede escuchar cualquier día en cualquiera de sus múltiples salas e iglesias y anualmente se celebra un Festival Internacional para homenajear su vida y obra.
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