La Marsellesa tiene en dosis máximas todo lo que requiere un himno para ser himno: “que la melodía sea fácilmente cantable; que la armonía sea voluminosa para transmitir grandiosidad, generalmente asociada al modo Mayor; y que el ritmo proporcione la fuerza del empuje”.
En la película Casablanca vimos que no hay música capaz de ahogar la composición de Rouget de Lisle orquestada por Hector Berlioz.
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