En este artículo donde también hace recomendaciones de escucha, dice cosas como estas, con las que seguro que muchos estaremos de acuerdo y hemos recordado lógicamente la figura del director Sergiu Celidibache quien rechazaba las grabaciones en estudio.
De otros autores podía disfrutar sin demasiado problema gracias a los discos, la radio e internet, pero Brahms se resistía a una escucha distanciada. Es el más físico de los compositores: una personalidad imponente de ricas y tangibles texturas que exigen una inmersión corporal en su totalidad musical.
En pocas palabras, hay que estar ahí.
Brahms existe en la sala de concierto.
Escucharlo en disco es, citando a Otto Klemperer, como hacer el amor con una fotografía de Marilyn Monroe.
Durante la pandemia escuché algunas grabaciones muy admiradas, pero las únicas que ofrecían un destello de la ‘cosa en sí’ eran las que procedían de tomas en vivo: Furtwängler en plena guerra, Mariss Jansons en Oslo y Claudio Abbado en Berlín, entre las mejores. Una grabación de estudio apenas genera esa “fuente inagotable de genuino placer y estudio fecundo” que el crítico vienés Eduard Hanslick diagnosticó como el principal activo musical de Brahms.
Dado que muchos de nosotros, miembros de La Décima, comenzamos hoy un interesante Curso en nuestra Facultad sobre Música, recomendamos la lectura de este artículo como una clase más, junto a las enseñanzas del profesor y maestro Alberto Álvarez Calero.
Y, como muestra de lo que indica Norman Lebrecht, escuchemos a Brahms con Claudio Abbado desde Berlín.
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