El día anterior, 1 de octubre, había recuperado sus atributos con la intervención de un ejército francés. Desde 1808 venía conspirando contra su padre, Carlos IV.
El Motín de Aranjuez le dio la oportunidad de hacerse con la corona. Pero los pactos con la Francia de Napoleón le dejaron sin ella, y entonces Fernando se dedicó a adular a Napoleón con un servilismo que causa bochorno.
Pese a todo, las cortes de Cádiz le habían jurado como rey, de manera que la corona era suya. Eso sí: “mía y sólo mía”, debió de pensar él. Así que en 1814, recién liberado de su cautiverio francés, decretó nulos todos los acuerdos de las Cortes de Cádiz y restableció el absolutismo.
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