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lunes, 1 de abril de 2024

SEVILLA Y LA ÓPERA. QUE PENA QUE NO HAYA VOLUNTAD POLÍTICA

 

Una imagen de la producción de ‘Las Bodas de Fígaro’ que estrenó el Teatro de la Maestranza en 1999. JUAN CARLOS VÁZQUEZ

Andrés Moreno Mengibar
es crítico musical, jurado en diversos festivales de Música y Ópera, Doctor en Historia y autor de un considerable número de publicaciones relacionadas con la historia en diversos aspectos, autor de ediciones críticas de Fray Luis de León, Manuel de Lardiazabal y Fray Bartolome de las Casas, etc si bien en estos momentos nos interesan sus trabajos sobre la Ópera, comenzando por su Tesis Doctoral sobre la Historia de la Ópera y libros como  Sevilla y la Ópera en el siglo XVIII (1995). La Ópera en Sevilla en el siglo XIX (1998). La Ópera en Sevilla (1992) 100 Óperas en Sevilla (2010), en colaboración con el profesor Ramón María Serrera, si bien Desde ese año 2020, el número de 100 se ha incrementado hasta 186 óperas documentadas vinculadas a nuestra ciudad.

Todo esto viene a demostrar que pocas personas hay que puedan hablar con mayor autoridad sobre las cosas que en Sevilla se podrían hacer con la Ópera y que no se hacen, y si bien es un tema que le preocupa y lo ha denunciado desde hace muchos años, vuelve a hacerlo con una publicación en Diario de Sevilla, con el título de Sevilla y la Ópera. Razones para un Festival QUE SE PUEDE LEER AQUÍ, y que comienza así y prosigue con muchos argumentos, todos ellos irrefutables bajo nuestro punto de vista.

Son múltiples los elementos que pueden consolidar a una ciudad como centro de atracción del turismo, haciendo de esta actividad una sustancial fuente de ingresos para la economía local. Un entorno natural determinado e irrepetible, un conjunto monumental, un paisaje urbano pintoresco, una composición social específica de sus habitantes, son los determinantes más frecuentes para que el turista opte por viajar a una determinada ciudad o zona geográfica. Pero hay un elemento que actúa a veces como un polo de atracción más potente aún que los anteriormente citados: el capital simbólico.

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