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sábado, 1 de abril de 2023

SAMUEL BARBER Y ALGUNAS CURIOSIDADES

Si bien al escuchar el nombre de Samuel Barber, todos pensamos y como es lógico, en su famoso Adagio para Cuerdas, tiene muchas cosas bellas y además una biografía que se aparta de lo que entendemos como convencional en el mundo de la música en el que parece que para ser un buen compositor hay que sufrir mucho. 
El caso del compositor estadounidense es una de esas excepciones, tal y como lo informa Robert Sabin, uno de sus biógrafos, en estos términos: 
Entre los compositores estadounidenses importantes de nuestro tiempo, Samuel Barber ha sido uno de los más afortunados. Nació en el seno de una familia próspera y culta, y su tía era la famosa contralto Louise Homer. Desde niño supo que quería dedicar su vida a la música, y se le permitió hacerlo sin necesidad de luchar. Tuvo maestros estupendos, y a una edad que era altamente impresionable visitó Europa y absorbió mucho de su belleza y su cultura tradicional, sin inhibir por ello su propio desarrollo creativo. Durante su vida, se atrevió a ser él mismo, no en el sentido de desafiar deliberadamente la tradición y seguir un camino revolucionario, sino en el sentido de permitirse evolucionar naturalmente.
Y proponemos la escucha de algo que no es el "Adagio" sino un precioso Concierto para violín que tiene además una historia curiosa.

La obra le fue encargada al compositor por un rico hombre de negocios de los Estados Unidos, quien quería el concierto para un joven violinista que era su protegido. Cuando estuvieron listos los dos primeros movimientos, Barber los mostró al joven violinista, quien declaró que eran demasiado fáciles y poco brillantes para su lucimiento. 
Ante esta reacción, Barber le aseguró al violinista que el último movimiento del concierto tendría suficiente material para el despliegue virtuosístico del joven músico. Sin embargo, cuando el último movimiento quedó listo, el caprichoso violinista declaró que era demasiado difícil para él. 
¿En qué terminó, entonces, este embrollo musical? Sucedió que el rico patrocinador exigió que Barber le devolviera su dinero, pero el compositor ya se lo había gastado en Europa. Finalmente, cuando Barber demostró a través de otro violinista, Oscar Shumsky, que su Concierto para violín sí se podía tocar, el asunto llegó a un arreglo más o menos salomónico. Barber devolvió la mitad de los honorarios que le había pagado el veleidoso mecenas, y el joven y voluble violinista cedió al compositor los derechos de estreno de la obra.

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