También puede ser bella la música contemporanea.
De eso nos dio cumplida muestra la OSC en su concierto del pasado viernes en Ingenieros.No comentamos la obra con la que se abrió el concierto, de Anton Weberm sino tan solo para alabar la precisión de los músicos que interpretaron una música difícil de entender para nosotros, y sobre la que, por tanto, preferimos no pronunciarnos.
El saxofón ocupa un lugar predominante en la iconografía del Jazz, y encontrándonos entre los amantes de ese genero musical, no es por tanto ilógico que con el concierto para saxo "Alto" de Henri Tomas, se nos vinieran a la mente algunas de las suites con estructura de música clásica compuesta por Duke Ellington, y que en el caso de del saxo alto, encontraron su mejor cómplice en Jhonny Hodges.
Precisamente el éxito del saxo en el Jazz han inducido a muchos compositores de música clásica a componer para ese instrumento, y como mejor muestra de ello, Leonard Bernstein en las danzas sinfónica de West Side Story.
Música sin duda muy atractiva con el magnífico solista Manu Brazo, que nos introdujo en una segunda parte, con Jean Sibelius, del que solo la mención de su nombre nos asegura una música
bella y profunda de sentimientos, como en la poco interpretada Suite El Bardo, con la intervención extraordinaria de la arpista Mavi Diego, y que continuó con Britten y su Sinfonía de Requiem, con un alto contenido cristiano, dramático y personal, que puso a prueba todas las secciones de la Orquesta.
La guinda vino despues, con la propina de Vals Triste, que por si solo, ya merecía la pena de nuestra presencia en Ingenieros.
Magnífica la labor del director Juan García Rodriguez, que ha llevado a unos jóvenes músicos a unos niveles de contrastada excelencia.
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