Años más tarde, como gobernador, la eligió como su residencia y protegió a sus ciudadanos.
Sin embargo, tras la batalla de Munda, César descubrió que Sevilla había apoyado a su enemigo Pompeyo. Tras una entrada triunfal y un duro discurso en el Foro, César, pese a su enojo inicial, perdonó a la ciudad y la convirtió en la más importante de Hispania, ampliando sus murallas y renovando su grandeza.
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