Devoto católico, inspiraba a su público con su cálida cercanía y su inagotable y generoso espíritu pletórico de alegría en sus espectáculos.
Entre 1942 y 1944, Liberace se alejó de interpretación clásica formal y reinventó su acto con un «pop con un poco de los clásicos», o como también lo llamó «la música clásica donde las partes aburridas quedaron fuera.»
En los años 40, se dirigió a la ciudad de Nueva York, y a mediados de esa década ya estaba actuando en clubes nocturnos en las principales ciudades de los Estados Unidos.
Liberace pasó de ser pianista de música clásica a «Showman», y de manera impredecible y caprichosa combinó música seria con piezas ligeras, por ejemplo, Chopin.
Siempre hemos de tener presente que en Liberace era casi más importante el show que la propia Música.
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