El origen de las notas musicales
Guido D’Arezzo (995-1050), monje benedictino considerado el padre de la música, fue quien dio nombre a las notas musicales, inspiradas en las sílabas iniciales de unos versos dedicados a San Juan Bautista,
«Ut queant laxis», atribuidos a Pablo el Diácono.
«Ut queant laxis [«Para que tus siervos
Re sonare fibris puedan exaltar
Mira gestorum a pleno pulmón
Famuli torum las maravillas de tus milagros,
Solve polluti perdona la falta de
Labii reatum labios impuros,
Sancte Iohannes». San Juan»].
D’Arezzo denominó a este sistema de entonación solmización, que más tarde sería denominado solfeo, y fue el primero que elaboró una aproximación a la notación actual, al asignar los nombres a las seis primeras notas y al utilizar la notación dentro de un patrón de cuatro líneas (tetragrama), y no una sola como se venía haciendo anteriormente.
Su sencillez hizo que el mismísimo Papa ordenase su introducción inmediata en las escuelas eclesiásticas de música.
D’Arezzo no quiso dar nombre a la séptima nota, siguiendo la tradición que consideraba el si como un tono diabólico (era denominado diabolus in musica). Sería hacia el siglo XVI cuando se añadió la nota musical si, derivado de las primeras letras de San Juan [Sancte Ioannes].
(Fuente: Ya está el listo que todo lo sabe. Alfred López).
(Fuente: Ya está el listo que todo lo sabe. Alfred López).
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