Su maravillosa técnica, su refinamiento estilístico y su elaboración armónica se han comparado históricamente, por su influencia en la música posterior, con las de Wolfgang Amadeus Mozart, Ludwig van Beethoven, Johannes Brahms, Franz Liszt o Serguéi Rajmáninov.
El 16 de febrero de 1848, ante una sala repleta —con entradas difíciles de conseguir y vendidas mucho antes— Chopin ofrece su último concierto parisino. Un concierto largo que para él fue el canto del cisne: tuvo en el entreacto un síncope en el vestíbulo. Aun cuando dio algunos conciertos en Londres, ninguno sería como este en la comunión que hubo con el público presente.
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