Tras el asesinato del presidente Kennedy, en Dallas, en el año 1963, se realizaron diversos homenajes en forma de conciertos, y mientras que en algunos casos, se recurrio a partituras obvias, como el Requiem de Verdi que dirigio Eugene Ormandy con la Sinfónica de Filadelfia, la de Nueva York propuso a Bernstein dirigir Un Requiem Alemán de Bramhs.
En aquella época, Mahler era un compositor caido en el olvido desde su muerte en 1911 y no obstante, Bernstein rechazó la propuesta para en cambio dirigir la Sinfonía que nos ocupa, con un discurso en el que defendió "la elección de la sinfonía «Resurrección» para esta trágica conmemoración de debió a que esta obra trataba «acerca de la resurrección del alma de un ser querido, pero también de la resurrección de la esperanza de todos los que lloramos su pérdida. En lugar de la conmoción, la vergüenza, la desesperación ante la impotencia que provocó su muerte, estamos obligados de algún modo a crecernos, fortalecernos y esforzarnos más aún por alcanzar las metas que él nos señaló. Incluso llorándolo, debemos estar a su altura».
Aquel concierto televisado supuso el descubimiento al mundo entero de una gran Sinfonía y del propio Mahler, junto al empeño de directores como Bruno Walter y Klemperer, junto al propio Bernstein.
(Fuente: Historia de la Música. Las tres edades de la música occidental)
Y ahora, por fin y tras todo lo que ya conocemos, podemos prepararnos para escuchar con toda atención ese Primer Movimiento, con una duración de 24 minutos, dirigida por Dudamel en los Proms Londinenses del 2011 desde el Royal Albert Hall.
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