"El Eterno abrió su corazón, sacudió su mano y tomó el universo como arpa. Marcó el tiempo tronando los dedos y naciste tú del Todo, no de la Nada. El primer sonido complació sus oídos, sorprendido, sonrío. Y en un baile creó la ópera del cosmos. Le dio planetas y espacios, estrellas y hoyos. Fue tal su alegría que hizo la Tierra y al humano, pensó en el croar del sapo, en el piar del pájaro, en el crujir de las montañas y el susurro del búho".
El escritor Daniel Habif, apasionado de la música, el blues, la ópera o el ballet, escribió en una madrugada de insomnio este poema que nos recuerda la belleza desde las pequeñas notas a las grandes obras musicales.
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