En la cosecha, sin embargo, el ambiente suele ser menos festivo. Cada año decenas de miles de migrantes viajan a Francia para trabajar en la vendimia.
Y mientras las grandes marcas de champán disfrutan de ventas récord, algunos de los migrantes trabajan como esclavos modernos a destajo, mal pagados o incluso sin cobrar y viviendo en chozas o en el bosque.
El sindicalista José Blanco lleva años criticando "la explotación de los trabajadores extranjeros en la vendimia", advirtiendo contra las "empresas de trabajo temporal sin escrúpulos".
Son varias las veces que empresarios han sido condenados a prisión por tráfico de personas y por las condiciones de trabajo infrahumanas que sufren sus jornaleros.
Sin embargo, poco ha cambiado. Aparentemente, los contratos baratos con trabajadores de Europa del Este, Asia y África resultan demasiado lucrativos.
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