Era titular de la Orquesta Nacional, una estrella que rebasaba los límites de la música clásica por su carisma y proyección internacional, admirado por titanes como Herbert von Karajan y Sergiu Celibidache, pero que no olvidaba sus orígenes humildes en Castro Urdiales, que le marcaron en sus ideas políticas.
El 1 de enero de 1947 se publicó un B.O.E. en el que se creaba la Orquesta Nacional de España. En los días siguientes se confirmó a Bartolomé Pérez Casas como director titular. Se elevó al mismo rango a Ataúlfo Argenta, dándose la situación de que la orquesta tuvo dos directores titulares desde el año 1947 al 1949.
Al día siguiente de nacer su segundo hijo estaba dando un concierto en Oviedo y en el descanso le dieron la noticia de que ese hijo había muerto. Argenta salió a tocar las Escenas infantiles de Schumann con lágrimas en los ojos.
Su fallecimiento en, Los Molinos, en la sierra madrileña, en el año 1958 y con 44 de edad, estuvo rodeado de muchas conjeturas y secretismo en su momento, si bien posteriormente se aclaró totalmente y se enterró definitivamente el tabú de su muerte.
Argenta tenía una cita secreta con Sylvie Mercier, pianista francesa de 23 años y alumna suya -heredera de la gran empresa licorera Cointreau- con la que esperaba disfrutar de unas horas de amor prohibido. El frío era intenso y el músico intentó combatirlo encendiendo la chimenea. Y esperó a que llegara el calor con su compañía femenina en el garaje dejando encendido el motor de su Austin A-90 SIX para que subiera algo la temperatura. Los gases de escape
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