Luis Pérez, de Madrid en Ruta, nos cuenta que donde ahora se sitúa el Teatro Real había un acantilado por el que, en plena Edad Media, los musulmanes lanzaban los cadáveres de los fallecidos que tuvieron en su filas durante las batallas de la Reconquista.
En el siglo XVIII los Borbones nivelaron la zona con toneladas de arena, lo que da nombre a la calle que une el Palacio Real con la Puerta del Sol. Y en el siglo XIX, cuando Isabel II encarga la construcción del Teatro Real, cuenta la leyenda que el arquitecto Antonio López Aguado se decidió por otorgarle forma de féretro como homenaje a los muertos.
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